El Legado
"Aunque el mundo está lleno de sufrimiento,
también está lleno de
superación".
HELEN KELLER
Fabiola Torres de Moreno, es una
cantaora carismática, de sonrisa larga, ojos brillantes como estrellas que
revelan caminos con su luz natural y algunas arrugas que se asoman en su piel,
algo tímidas, pues, su energía y vitalidad opacan los 81 años de vida que
cargan su documento de identidad, pero que no se evidencian en su cuerpo. Nació
en Pacurita, corregimiento del municipio de Quibdó y es considerada un
referente indiscutible, en la destreza de cantar Alabaos en el departamento del
Chocó. Lo heredó de su madre, Cresencia Torres de Moreno y anhela, dejarle el
legado a sus nietos.
Es una de las más relevantes
cantaoras de Alabaos, ella define esta manifestación artística, como “cantos
rituales, que le dejaron sus ancestros los cuales se le cantan a los fallecidos en los velorios
y novenas”. Cuando muere un niño, se le hace la ceremonia con mucha alegría,
porque en su comunidad, se cree que van directo al cielo. A estos cantos, se
les conoce con el nombre de Chigualos, pero en otras partes también se les
llama Romances.
Nuestra cantaora nació en el
corregimiento Pacurita, en el hogar formado por Vicente Torres Cabrera y
Cresencia Moreno de Torres, el 1de
septiembre de 1940.
Y es que nuestra protagonista
desde muy pequeña tuvo ese acercamiento con el Alabao, pues este arte se lo
enseñó su difunta madre Cresencia Moreno de Torres a la edad de 6 años, cuando
ésta la llevaba a los velorios a escucharla cantar, la ponía en su hombro, para
que se aprendiera las sonoridades.
Aprendía los Alabaos escuchando y a su mamá le decían que
no la dejara cantar porque la podían a “ojear” pero ella siempre le permitió
aprender y cantar los cantos ancestrales a nuestra Fabiola.
Fabiola Torres, desde muy pequeña, acompañaba a su
madre a cada velorio que iba, con grandes deseos de escuchar esas majestuosas
sonoridades, que más allá, de tocar sus tímpanos con las ondas, traspasaban el
alma, hasta llevar su ser a su estado más puro, a un universo espiritual, en
donde existe esa conexión con el mundo de los difuntos.
El “Santo Dios divino y trino” es uno de los cantos rituales
más importantes para nuestra artista y que además tiene un valor muy
significativo para su vida, pues fue el primero que le aprendió a su madre.
Santo Dios Divino y Trino
Santo Dios divino
y trino
Santo Dios, divino
y santo (Bis)
Los ángeles van en
coro
Van cantando santo
santo (Bis)
Gloria al padre y
gloria al hijo
Gloria al espíritu
santo (Bis) Anónimo
Nuestra Fabiola aprendió este canto, escuchando y repitiendo lo que su madre expresaba, de esta forma fue ampliando su repertorio y enamorándose cada día más de este arte sublime.
Su madre, se ganaba la vida como
costurera, y por medio de este oficio obtenía el sustento para la familia. Era
cabeza de hogar, pues el padre, por cosas del destino, ya no se encontraba con
ellas, al decidir tomar otros rumbos junto a otra familia.
Doña Cresencia, amaba mucho a su
hija, quizá por ser dentro de todos sus hijos, la única mujer. Fabiola, cuenta
que su madre un día le dijo “Mija, con esa voz tan bonita que tú tienes, debes
llegar donde yo no pude” y sin
duda, gracias a los Alabaos ha logrado
estar en muchos escenarios en todo el territorio nacional.
- Doña Fabiola, ¿Qué tal fue su
infancia?
- Ay mijo, esa infancia mía,
realmente fue muy triste.
- ¿Por qué la considera triste?
-Ay, porque mi mamá me dejó antes de cumplir
los 8 años, ella murió un abril del 48,
y yo cumplía en septiembre. Mi mamá sufría siempre de un dolor en el estómago. Póngale
cuidao, la llevaban de Pacurita donde vivíamos, hacia Quibdó. En ese tiempo el
medico de fama fama, era el doctor Julio Figueroa Villa, La llevaban a la
carrera, en ese tiempo que todo era por agua, todo era por el rio, a toda
palanca, porque no había motores. Cuando llegaban a Quibdó donde el médico
Julio, y buscaban a meterla a cirugía, ya disque no tenía nada.
- ¿No era eso algo muy raro?
- Si mijo, decían que era “cosa
hecha” (refiriéndose a algún maleficio o brujería) porque mi mamá trabajaba en
la mina, y le regalaron un pedazo de envuelto, desde ahí para allá fue ese
dolor de estómago y eso la mató.
- ¿Qué es lo que más recuerda de esos
momentos?
- Póngale cuidao que la madre hasta en la hora de morir, le
duele dejar a los hijos. Cuando estaba agonizando me llamó a mí y a mis dos
hermanos, entonces nos dio un gran abrazo que recuerdo hasta hoy. Luego me
pidió agua, pero ella tenía la particularidad que no tomaba agua de lluvia,
sino del rio. En ese tiempo, el rio era sano, era cristalino, no tenía nada de
contaminación, entonces yo me fui al puerto oficial a buscar el agua, pero una
señora muy avispada que se llamaba Benigna Cossio, subió con el agua primero
que yo, de modo que cuando subí con el agua, mi madre ya había fallecido. La
tristeza llegó a mi vida muy temprano, yo nunca jugué con una muñeca, no tenía
las condiciones, por eso cuando tuve a mis hijas les compraba sus muñecas
porque yo nunca pude tenerlas.
Doña Fabiola, ¿Qué pasó con usted
y sus hermanos y luego de perder a su madre?
- Luego de la trágica muerte de
mi querida madre, nos cogió mi abuela Mercedes Moreno Becerra, ella era
poseedora de varios terrenos por allá en un barrio llamado Cabí, nos refugió a
mis dos hermanos y a mí, se desvivía por nosotros y era muy atenta. No aceptaba
nada con nosotros.
- ¿Los consentía mucho?
- Ay sí, nos consentía mucho,
porque mi mamá fue única mujer entre cinco varones, y yo también fue única de
mi mamá, entonces sentía gran responsabilidad por nosotros sus nietos.
Lastimosamente vino a resultar, que después de dos años de haberse hecho cargo
de nosotros, mi abuela recibió un fuerte golpe en el ojo izquierdo mientras trabajaba
en la mina, y quedó completamente ciega. Fue una noticia devastadora, pues
sabíamos que debido a eso, ya no podría hacerse cargo de nosotros.
- ¿Y entonces, que sucedió?
- Dijo una prima hermana de mi
mamá, que ella me cogía a mí, pero me sentía muy mal, pues se quedaba mi
hermanito menor a la deriva, porque yo era quien lo cuidaba. Luego me sentí más
tranquila ya que me di cuenta que mis dos hermanos se quedaron donde mi tío
Ciprian Gamboa, hermano de mi papá. Usted me ve aquí ahora, pero yo pasé mucho
trabajo en la vida, nosotros vivimos bien, hasta que mi abuela perdió la vista.
- ¿Cómo le fue, después de lo de
su abuela?
- Yo me fui a vivir con la prima
hermana de mi mamá, y le cuidaba el hijo, pero el niño era muy llorón. Yo era
cárguelo que cárguelo y él llore que llore, entonces, en lugar que llorara
encima de mí, lo bajé y lo dejé que llorara en su suelo, por desgracia, la
abuela, me vio y pensó que yo le había pegado.
Llena de ira, cortó una rama de
pichindé, y se hizo la señora a darme rejo con esa rama, yo solo decía que si
mi madre estuviera viva, no estaría pasando esos trabajos.
Eso como que la llenó más de
rabia, me llevó al rio, y me montó el pie en el cuello debajo del agua, yo veía
cocuyos. Dicen que toda persona tiene su ángel de la guarda, y el mío fue mi
tío, el finado Florencio Moreno, quien venía bajando en ese momento en una
canoa de plátano y alcanzó a ver mis piecitos chapusiando en el agua.
De forma muy rápida, se bajó de la canoa,
empujó a la señora y me sacó del agua, le repito que yo ya veía cocuyos, además
que botaba agua por boca y nariz. En ese instante él me dijo que fuera por mis
cosas, que me llevaría de regreso a donde mi abuela.
-Entonces, ¿Usted cree que la
señora quería asesinarla?
- Ombe, si ese señor no baja en
esa canoa, ella me ahoga, porque abajito de ahí, había un charco, allá me
habían cogido, diciendo que me había ahogado. Ahí juré que no me separaría de mi abuela por nada.
Fotografía:
Wendy Valencia
Luz
en la oscuridad
- ¿Cómo fue el regreso con su
abuela?
- Póngale cuidao, cuando regresé,
para mi sorpresa, mi abuela ya había adquirido habilidades para sobrevivir en
su invidencia, como ella tenía su finca, pero no podía ver, tomaba los
primitivos y los pulsiaba.
- ¿Los pulsiaba?
-Sí, Es decir, los alzaba y con el peso que
tuvieran, calculaba su valor para venderlos. Imagínese que ella con el tacto,
como fue modista, me cocía ropa a mí, e incluso también a otras personas con la
intención de generar ingresos. Por esa razón, inclusive hubo un rumor en el
pueblo, que ella si veía, y que solo fingía no hacerlo, pero ella no podía,
solo que por su inteligencia y habilidad lograba hacer muchas cosas.
Me sentí nuevamente en el calor
del hogar con mi abuela, y así viví por mucho tiempo, yo aprendí a luchar la
vida, aunque no fue nada fácil, nos cuidábamos mutuamente, fue un tiempo mejor.
-Y con todos sus líos, ¿si le
quedaba espacio para el canto?
-Póngale cuidao, yo siento que
tenía mucha inteligencia, porque yo iba a los velorios a escuchar a esas
señoras cantar, y cuando ellas terminaban, ya yo me les había aprendido los
Alabaos, los que me gustaban pues. En mis tiempos libres, cada que podía
cantaba, porque yo después del problema del rio con la señora llegué a Pacurita
a estudiar. Yo cortaba mi comida en el molino, me preparaba mis propios
alimentos, y en una champa, me iba sola a las 6:00 A.M a la escuela. Siempre llegaba justo a tiempo,
cuando tocaban las campanas para entrar a clases.
Resulta que como las profesoras
me escuchaban cantando, decían que yo tenía voz excelente. Para la época de
vacaciones, que era el 20 de julio, las mejores comedias cantadas, me las daban
a mí, para que las interpretara, para ese tiempo yo ya tenía 16 años.
-¿Y cómo le fue en el amor?
-Mire pues, casualmente en uno de
esos eventos, un joven quien era policía, me oyó cantando, y quedó enamorado de
mí.
Tal caso, que le dijo a mi abuela, que se
quería casar conmigo. Eso, siento que fue gratificante para ella, porque
siempre decía que hasta que no me casara, no quería morir. Él le caía bien a mi
abuela, pues, era muy atento y se portaba bien con nosotras.
Él era muy apetecido en el
pueblo. En ese tiempo a los policías los buscaban mucho las muchachas, y él
tenía muchas pretendientes, de esa situación, mi abuela escribió un verso.
Cuando voy en mi
potrico
Procuro a no hacer
mucha ola
Porque yo sé que
están bravos
Por el matrimonio de
Fabiola. Mercedes Moreno Becerra
Herencia
A sus 17 años, Fabiola Torres se
casó con el señor Miguel moreno Mena (Q.E.P.D), de cuya unión nacieron 7 hijos.
Ama profundamente a su familia y siente un amor especial por su nieta Lida
Yuliana Parra, la única nieta que heredó el arte de cantar Alabaos. “Lida es
abogada, mi representante legal y heredera cultural. Cuando le conocí su voz,
ahí mismo le comenté que sería mi heredera musical, a los 8 años le enseñé el
Santo Dios Divino y Trino, y escogí esa canción porque fue la primera que me
enseñó mi mamá” y con mucha dedicación Fabiola fue instruyendo poco a poco a su
nieta en estos cantos ancestrales, que dice que lida tuvo gran acogida en su primera presentación
en su colegio Manuel Cañizales de Quibdó “cuando
oyeron cantar a esa niña vinieron periodistas de Medellín a entrevistarla y ahí
si esas maestras no sabían dónde ponerla” Lida por su parte expresa su gran
admiración y respeto por esa mujer que le enseñó a entonar esas sublimes
melodías “ Me siento orgullosa de mi abuela, ella aparte de ser un referente
cultural, es una figura que me representa y me siento agradecido por haberme
enseñado lo que nuestros ancestros nos han dejado, tiene mucho valor, es una
joya valiosa, aunque aquí en nuestro territorio no la valoren”.
Su primera directora folclórica
fue la profesora Ninoska Salamandra, con ella bailó en el grupo de Danza de la
Universidad Tecnología del Chocó y con
ella viajó a la ciudad de Cartagena acompañando a la candidata al Reinado
Nacional de la Belleza en ese entonces
la señorita Sixta Tulia Erazo Hurtado.
Son muchos los escenarios donde
ha participado nuestra Fabiola, dentro de los cuales está la Conferencia Episcopal
de Colombia, Encuentro Nacional Pastoral, Movilización Nacional de Mujeres, Encuentro
Regional CREA en el año de 1994 en la ciudad de Popayán y es en este evento
donde Fabiola vivió una particular anécdota “A mí nunca me había dolido una
muela y ese día fue que pasó. Me tomé dos tragos y dije: “se emborracha la
muela o lo hago yo” recuerdo que se me hinchó mucho un lado del cachete, de
modo que cuando se me acercaban las cámaras, yo disimulaba y me movía para que
no me vieran con la cara desconfigurada. El caso es que con nervios y todo,
logramos pasar a la final, que se disputaría en la ciudad de Bogotá, en donde
fuimos vencedores y como premio, tuvimos la fortuna de cantar en el Palacio de
Nariño, para el entonces Presidente de Colombia, Ernesto Samper Pizano.”
A Fabiola le han tocado momentos duros, tan difíciles
que le ha tocado ver partir de este mundo a grandes amigos e incluso cantarles
en sus velorios, como despedida “me ha tocado cantarle a amigos que estimé muchísimo. Les
he cantado con toda el alma, por ejemplo a Tiberio Cuesta, quien era de
Pacurita, mi pueblo natal, se me quebrantó la voz y me tocó hacer la
interpretación llorando, fue muy difícil para mí. “señaló Fabiola en una
entrevista que le realicé en su residencia. Siempre con una sonrisa en el rostro
y su lucidez que la caracteriza habla sobre sus grandes anhelos. Su gran sueño
es formar una escuela de Alabao, para que las nuevas
generaciones, no pierdan la ancestralidad, y enmarca que existe un gran reto
para que los jóvenes se interesen en estos cantos y empiecen a practicarlos “Mire, en Pacurita, mi tierra de nacimiento, si hay unos
jóvenes que no les ha dado pena instruirse. Son muy atentos, ellos cuando nos
ven cantando, sacan su celular para grabarnos y poder practicar. De hecho, ya
hay algunos que lo hacen muy bien, sin embargo, a la mayoría de los
adolescentes les da vergüenza y a mí me duele mucho que ellos no quieran
heredar esta tradición tan valiosa.
Una gran mujer, quien no teme hablar de temas complejos
como la muerte, quizá porque siempre ha estado en un contexto, donde este
factor se relaciona con su arte e incluso ya da directrices de como seria su
despedida para cuando Dios la llame a rendir cuentas “Oiga pues, a mi familia
le he dicho, que cuando yo muera, quiero que mi velorio sea con música; una
parte con los cantadores de Alabao y
otra tanda de pura Chirimía (formato musical tradicional del Chocó) que debe ir
tocada, en el recorrido hacia el cementerio de Pacurita. Esos son mis deseos, porque
yo le he brindado muchas emociones a la gente con mis melodías, por tal razón,
quiero que ese momento sea de esa forma. A mi nieta Lida Parra Moreno, a quien
le he enseñado este arte, le digo que si quiere llorar que lo haga, pero que
sea quien comande, en el grupo de cantadoras en mi ceremonia.” Comentó Fabiola
con voz firme.
Doña Fabiola, nos cuenta que tiene un alto grado de preocupación, porque estos cantos tan representativos de la comunidad chocoana, se han ido olvidando y que de continuar de este modo, llegará el momento en que se pierdan para siempre. Con gran nostalgia, le deja un mensaje a la juventud, para que se apropien de esta herencia musical, pues considera, que fue el “regalo más valioso que nos dejaron nuestros ancestros”. Fabiola torres es sin duda un icono invaluable del Alabao.
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